LAMIAS Y BRUJAS SORIANAS

En un tiempo en el que los pastores abandonaban los pueblos y marchaban a extremar, las mujeres celebraban reuniones nocturnas al calor de una vieja chimenea acampanada. Estos son los "trasnochos", momentos en los que se relataban viejas historias y leyendas que la memoria no ha podido enterrar mientras se cosía, hilaba y cardaba la lana. Aquí va el nuestro en particular...

Las leyendas referidas a lamias o lumias, otro tipo de hada que se da más en la región vasco-navarra, también afloran en nuestro ámbito de estudio. Aparecen descritas como seres sobrenaturales de una hermosura desmesurada que sin embargo no pueden mostrar por completo ya que presentan alguna característica animal, ya sean patas de oca, gallina o cabra. 
En la localidad de Lumias (Soria), su topónimo nos remite a estos seres mágicos del que hablan los ancianos del lugar en torno a la Hoz del río Talegones. Allí, cuentan que un pastor se enamora de una hermosa dama que peinaba sus cabellos con un peine de oro junto a una fuente en la entrada de su cueva. Tras proponerla en matrimonio de forma reiterada cada vez que pasaba por el lugar, ésta, ya cansada de su insistencia acepta con la condición de que averiguara su edad. El acertijo será resuelto gracias a la ayuda de una bruja de la cercana localidad de Barahona y a la lamia no le queda más remedio que aceptar a cambio, nuevamente, de otra condición: que nunca le mirara los pies. La promesa no se cumple (eran patas de oca) y la mujer se esfuma fulminantemente, quedando el pastor abatido hasta morir de melancolía poco después junto a aquella fuente (Alkaest; 2008).
Lo descrito en esta leyenda no es nuevo dentro del folclore popular europeo, aunque en este caso no se la presenta como un ser maléfico de extremada crueldad, si bien, indirectamente, se la relaciona con la bruja que aparece en el relato.
Sobre la existencia de brujas en la localidad soriana de Barahona, Gumersindo García Berlanga (2006) nos sumerge en su estudio, donde la Historia y lo legendario se funden. Quedan documentados los procesos inquisitoriales acaecidos durante la primera mitad del siglo XVI en el tribunal de Cuenca, al que pertenecía la localidad por ser parroquia de esta diócesis. En ellos son juzgadas por brujería varias mujeres procedentes de pueblos de la provincia de Guadalajara y aledaños, acusadas de celebrar fiestas diabólicas, juntas y aquelarres en esta pequeña localidad soriana donde existe el llamado campo de brujas, un confesionario de piedra con un agujero en medio y una cruz grabada, así como un pozo airón*.
(En el artículo sobre La Fuentona, ya mencionamos la posible relación de este topónimo con el del dios céltico del inframundo y las aguas Aironis, quizás como perduración del teónimo que se constata en el pozo del castillo de San Esteban de Gormaz (Airo), en las cercanías de Aldea del Pinar (Burgos) o en la lápida de Uclés (Cuenca) por citar algunos ejemplos.)
Supuesto altar en el "campo de las brujas" de Barahona
Llegados aquí, entendemos a las brujas como buscadoras del conocimiento y de una sabiduría oculta, dispuestas a transgredir los límites y en comunión con la Naturaleza, con los muertos y con otras entidades espirituales, de las que obtendrán favores como el poder de sanar o causar daño.  Prácticas, en definitiva, que han sido ejercidas desde la noche de los tiempos y que deben relacionarse con el primitivo chamanismo, aunque a menudo y sobre todo con el paso del tiempo, fueron vistas como meras supersticiones. 
Es en la Edad Media y sobre todo a partir de los siglos XVI y XVII, cuando su persecución fue mayor en relación al rechazo del cristianismo hacía todo tipo de actos de adivinación, adoración del fuego, piedras y fuentes. 
Son conocidas las referencias de autores clásicos respecto a ritos de adivinación entre los galaicos (Silio Itálico; III, 344) o entre las tropas de Escipión en el asedio de Numancia. Además, su relación con el mundo celtibérico puede rastrearse en el entorno cercano, concretamente en el Barranco del Rus, donde apareció un grabado rupestre celtibérico en un abrigo donde se representa un combate singular conocido únicamente por un calco de Juan Cabré (Alfayé; 2007). 

Grabado rupestre del "Barranco del Rus" entre Torrevicente y Lumias
Muchos de los aquelarres que se describen, posiblemente no serían más que reuniones de curanderos o saludadores para compartir sus conocimientos (tal y como hacían los druidas de la Europa céltica), donde charlaban alrededor de una comida, el caldero gastronómico, que en ningún caso incluiría niños, otra cosa es que la alta tasa de mortalidad de entonces les llevara a buscar culpables. 
En cuanto a sus calderos mágicos, a partir del conocimiento de las propiedades curativas de la naturaleza podemos distinguir varias finalidades, que van desde los destinados a hechizar (para bien o para mal), incluyendo los filtros amorosos, los meramente curativos y los ungüentos que provocan la sensación de volar al aquelarre o transformarse en animal.
Así, contamos con algunas leyendas cercanas como la de "El Puchero de la Verdad" (Zamora Lucas, F.), donde se narra que el alcalde de Almazán ofreció un puchero con miel a los habitantes de Maján, a quienes les consideraba certeros en su interpretación de un real privilegio de pastos, poniendo fin de esta manera a un pleito entre éstos y un pueblo vecino.
Por otro lado, en relación a algunos ejemplos de las plantas que utilizaban las mujeres sabias del mundo de la tradición serían la hierba de San Juan (antidepresivo), panaceas como el romero, la salvia y la valeriana y otras muchas como la acederilla, ajenjo mayor, brezo rojo, cambronera, cardo corredor, cola de caballo, diente de león, endrino, espliego, gayuba, hierba luisa, hinojo, malva, manzanilla, menta, ortiga, poleo, tomillo, etc., todas ellas muy conocidas en la tierra de Soria, que por otra parte ha sido puntera en el desarrollo de productos de herbolario. Entre las que ofrecen estados alterados de conciencia, contarían con plantas solanáceas que contienen alcaloides muy potentes, como la belladona y el estramonio (atropina), la datura o hierba del diablo, la mandrágora (usada para el amor), el acónito o el beleño negro. Este último fue llamado beluntia entre los pueblos celtas, derivado del dios Belenos, dios de la luz, el sol y el fuego. No olvidemos tampoco las diferentes especies de amanita muscaria, así como otras sustancias alucinógenas de origen animal como las extraídas de los sapos (bufotenina), descrito en el Auto de Logroño de 1610 donde fueron juzgadas las brujas de Zugarramurdi, quienes confiesan golpear sapos para extraerla.
Concluyendo, el tema de la brujería, entendido en su sentido primigenio, es abundante en toda la provincia apareciendo referencias también en la Sierra del Madero, así como en su toponimia: El Burgo de Osma (“Conjuros”), Recuerda (“Valdelabruja”), San Esteban de Gormaz (“cami­no del Carril de las Brujas”), Valdenebro (“Purgatorio”), Alcubilla de Avellaneda (“la Cruz del Diablo”), Agreda (“peña del Diablo”) y Blacos (“piedra del Diablo), (Sanz Elorza; 2015).

Que su magia nos acompañe y nos inspire...
Sep. 2017
Fuentes:
ALFAYÉ VILLA, S.: (2007): “Santuarios y rituales de la Hispania céltica”. Revista de Soria nº 58. Diputación Provincial de Soria.
ALKAEST (2008): “Lumias románicas, con patas de oca…”; en http://laberintoromanico.blogspot.com.
CALLEJO CABO, J; (1995): Hadas. Guía de los seres mágicos de España. Editorial Edaf. Madrid.

GARCÍA BERLANGA, G. (2006): De Barahona y sus brujas. Gráficas Ochoa. Soria.
SANZ ELORZA (2015): “Hagiotoponimia soriana. La impronta de lo sagrado en el paisaje. Revista de folclore nº 399. Fundación Joaquín Díaz.
ZAMORA LUCAS, F. (1998): Leyendas de Soria. (reedición) Ed. Patronato José María Cuadrado del C.S.I.C. Centro de Estudios sorianos. Soria.

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